forma, echarle la culpa o la responsabilidad de lo que estaba sucediendo a los demás. Ejemplo de
ello fue la Sociedad del Comercio de Ciénaga, organización que en primera instancia había hecho
causa común con los trabajadores en huelga, separándose posteriormente y abandonándolos a su
suerte, argumentando que lo hacía para dejarlos en libertad de acción
71
. Este hecho demuestra
que en el fondo de todo esto lo que imperó fue el choque de intereses o aspiraciones que en
principio armonizaban, luego resultaban contradictorias.
A medida que el negocio bananero crecía, la población aumentaba, ya que las localidades
existentes como Ciénaga y Santa Marta se transformaron en poblaciones sofisticadas que
contaban con hoteles de estilo europeo, restaurantes, bancos, pequeñas fábricas manufactureras,
empresas prestadoras de servicios de transporte y otros servicios. También creció el número de
tiendas que comercializaban licores, harinas, cervezas, cigarrillos, productos importados y se
fabricaba el cuero, hielo y muebles. Igualmente, hizo se crearan nuevos pueblos por la intensa
actividad empresarial, es el caso de Río Frío, Orihueca, Guacamayal, El Retén y la famosa
Aracataca, cuna del Nóbel García Márquez
72
.
Por esta intensa actividad económica que registraba la Zona Bananera y las consecuencias
que trajo la Huelga, los actores distorsionaron la realidad ajustándola a sus intereses, lo cual se
observa en los muchos silencios que existen en la historia oficial
73
. De ahí que como escudo para
poder decir las cosas y no presentar compromisos de responsabilidades se contaron muchas
ficciones e historias como novelas y crónicas, para con ellas intentar resolver hipótesis que aún se
barajan sobre lo que ocurrió en la Huelga.
El manejo político que hizo el Estado Colombiano a la información real de los hechos fue
tan obvio, que utilizando mecanismos de presión hizo que los medios de comunicación
desinformaran y desdibujaran la verdad de cómo acontecieron los sucesos. Lo único cierto y
reconocido de todo esto es que las fuerzas del Estado, así fueran ocho, cien o más de mil,
acribillaron a trabajadores que lo único que querían eran ver mejoradas sus condiciones de vida,
todo a costa de satisfacer los intereses de una compañía multinacional americana
74
, la que al final
por las presiones que ejercía sobre el Gobierno central y regional, dentro de la estructura
administrativa y/o aparato orgánico se convirtió en un Estado dentro del Estado
75
.
Por todo ello quisimos reescribir todo este episodio, pues lo poco que se conoce de los
hechos, aparte de las referencias anteriormente citadas, está la elaboración de dos historias
opuestas y puramente sesgadas y parcializadas, pues fueron escritas por quienes la vivieron, pero
contada desde de su acomodo, perspectiva y sentimiento; me refiero, por un lado, a la narración
plasmada por el mismo general Carlos Cortes Vargas
76
, quien era el encargado de la ofensiva
71
La Prensa, Nº 253, Barranquilla, sábado 8 de diciembre de 1928, p. 1.
72
La Prensa, Nº 242, Barranquilla, jueves 29 de noviembre de 1928, f. 5ª.
73
De ahí que sus historias estén cargadas de realismo, primordialmente porque muestran toda una condición
macondiana como él mismo la denominó.
74
Tovar, Bernardo, La historia al final del milenio, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1994.
75
Esta situación de presión ejercida por multinacionales de potencias mundiales a Gobiernos de países
subdesarrollados y sobre todo en esta época, no sólo se presentó en Colombia, sino que fue una generalidad. Ver en
los trabajos de Rutherford, Malcolm, “Institutionalism Between the Wars”, en Journal of Economic Issues, 34:2,
2000, pp. 291-303; “Understanding Institutional Economics: 1918-1929”, en Journal of the History of Economic
Thought, 22:3, 2000, pp. 277-308.
76
Legrand, Catherine, ob.cit.