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Ya, como recordará vuestra reverencia, nuestra alegría se turbó muy
pronto con las cosas de los dos padres, porque, ¿cómo había de dejar el
demonio de hacer su agosto entonces? Lo demás de aquella época ya lo
dirá la historia de la misión del Sarare. En cuanto a mí debo decir, que el
llegar de los tunebos me daba cada día más aliento y que mientras las
dificultades de la fundación, mi alma sentía descanso.
Capítulo LVI. Feliz llegada al Sarare