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CAPÍTULO LIII
- DIFICULTADES EN EL GOLFO - MONSEÑOR ARTEAGA Y EL
DECRETO LAUDATORIO - MI HERMANO JUAN DE LA CRUZ
- MI ACTITUD DELANTE DE DIOS - DESIGNIOS DE DIOS EN LA
SALVACIÓN DE MI PADRE - TORCIDAS INTENCIONES
- LICENCIAS PARA FUNDAR EN EL CARAÑO Y EL SARARE
- DOLOROSA DETERMINACIÓN DEL SEÑOR PREFECTO - DIOS SE
PONE DE PARTE DE LAS MISIONERAS - REFLEXIONES
("Miraba yo siempre al Señor delante de mi porque está a
mi derecha para que no sea yo conmovido"). Salmo 15,8
Dificultades en el golfo
Sin ningún contratiempo hicimos nuestro regreso a Medellín y subimos
a San Pedro.
Olvidé decir que a Bogotá, precisamente, en los momentos de mayor
conflicto, en la nunciatura, me llegó telegrama de la gravedad de mi único
hermano Juan de la Cruz; sin poder siquiera prometerme acortar un poco
mi permanencia en la capital para ir a favorecerlo, pues moría en un estado
lastimoso de pobreza y aun de soledad, en Dabeiba. Hice lo de siempre: le
encomendé a Dios el asunto y esperé. Gracias a Dios pudieron tranquili-
zarme pronto con una mejoría que, aunque no fue sino cortísima tregua,
pensé que me daba tiempo de acabar allí y venir a socorrerlo.
Antes de salir para Bogotá, en Medellín recibí una carta de la madre Ma.
del Santísimo del Golfo de Urabá, en la que me decía que en esos días el
señor Arteaga les había hecho la ceremonia de toma de hábito a las niñas
bogotanas, ocultamente; es decir, aunque la misma madre del Santísimo les
cosió los hábitos, luego para hacer la ceremonia, salieron de las hermanas
misioneras como pudieron y cuando menos pensaron, vieron a las bogotanitas
de hábito y continuaron en la misma armonía. Sin embargo, ya las niñas con
su aparato religioso cobraron nuevo ascendiente sobre los padres y éstos
fueron dejando a las misioneras a un lado y las niñas comenzaron a suplan-
tarlas, de modo que ya sólo eran verdaderos estorbajos en su propia casa.
Con esta noticia y además, con saber que la salud de la madre del San-
tísimo era muy mala, resolví poner un telegrama en estos términos: Santí-
simo véngase curarse aquí. Acompáñela la de los Ángeles. A la vez comu-