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Yo, en las partes que son ferrocarril me pondré en uno de los planchones
de carga y estoy cierta de que no me cobrarán nada y si usted no me lleva,
me iré así detrás, de modo que viéndome ya en Antioquia, Dios le inspira-
rá que no me rechace. ¡Era indomable la joven en su fervoroso deseo! No
dormía porque las noches las pasaba ideando las puertas a que debía lla-
mar al día siguiente en busca del bien que pedía, para muchas veces, ¡ay!
no encontrar sino una mirada de desprecio!
De todos modos la caridad se imponía: Era preciso traerla aún sin lo
necesario para el viaje! Así se hizo y hoy, después de cinco años, es una
misionera fervorosa que gana almas en la región del Vaupés y supera difi-
cultades como entonces, más hoy parada en el terreno firme de su profe-
sión religiosa! Bendito sea mi Dios por estas maravillosas vocaciones que
suscita en pleno mundo, en medio de clases sociales que se engolosinan en
el placer y en el lujo.
Me presenté de nuevo a la nunciatura, un tanto desconfiada de los reca-
dos que me había mandado su excelencia con la señorita Perdomo. Fui
recibida con la misma atención y en esta vez tampoco recibí palabra con-
soladora pero sí me dijo que trajera la señorita Perdomo y me entregó para
ella unos 50 pesos en monedas de oro. Por supuesto que todo esto me
indicaba que él no estaba tan adverso cuando daba tal licencia y hacía una
erogación, que aunque pequeña, algo significaba.
Al día siguiente se presentaron a pedir puesto en la Congregación otras
dos señoritas de apellido Fandiño. Les manifesté que no tenía licencia del
señor Nuncio para recibir aspirantes en Bogotá. Ellas ofrecieron ir a verse
con él y efectivamente lo hicieron y lograron la licencia.
Naturalmente cada una de estas señoritas aunque nada decía muy claro,
eran mis consuelos.
Se despertó interés por la obra misionera
Mientras mis gestiones en la Nunciatura, pasaba en la ciudad una cosa
especial, no se si aguzados por la amiga Teresa Uribe, o si por la extrañeza
que causó nuestro hábito azul y blanco, lo cierto es que se despertó un
interés sumo por la obra de las misioneras. Los periódicos algo decían
para alimentar aquel entusiasmo y constantemente se presentaban grupos
de personas interesantes a visitarnos y a averiguar todo lo de la obra y de
la Congregación.
Capítulo LII. Se despertó interés por la obra misionera