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La respuesta del padre confesor fue graciosa: Disponga de lo suyo.
¿Quién le ha dado las vidas ajenas para que disponga de ellas? ¡Como la
mía ya estaba requete* ofrecida, no tuve más que callarme!
El miedo de estorbar, con la flojedad de mi vida, tan irremediable por
otra parte, los designios de Dios sobre los indios, me duró hasta que, en
una conversación con el padre Luis J. Muñoz, jesuita, le hablé de ese te-
mor y me contestó que aunque fuéramos más malos de lo que somos, no
impediríamos los designios de Dios, que lo más que haría era quitarnos
del medio y buscarse otros instrumentos. Esta respuesta me volvió a la
vida y me llenó de luz. Cesaron por completo mis temores y me pareció
todavía más amable Dios, así más independiente.
Cosa rara, padre mío, tanto como sabía yo de la independencia de Dios
y tantas luces como sobre eso había recibido, no me bastaban para tranqui-
lizarme de mi temor por estorbar los designios de Dios, y las palabras del
padre, fueron como si ese conocimiento se me diera por primera vez y de
un modo experimental.
Apunte sobre la humildad
Otro apunte de los mismos ejercicios de que vengo hablando dice:
Dia 4.- Destinado a conseguir el aumento del deseo de humillaciones.
Veo claro que las humillaciones son la margarita rica del Evangelio y que,
por conseguirla se debe vender cuanto tenemos, porque ella sola vale más
que todas. Rehuir las humillaciones es perder la mejor ganancia, es renun-
ciar al último puesto, que es el que justamente me pertenece, es apartarse
del espíritu de Jesús; es renunciar a ser humilde; es exponerse a la perdi-
ción, porque si Dios quiere que por las humillaciones vamos al cielo y las
rehuimos, renunciamos al cielo
No tengo para qué decir más acerca de esto, pues ya dejo dicho que mi
alma, desde la niñez, recibió la gracia de amarlas. Claro que siempre no
fui completamente fiel a ese amor, pero siempre la conciencia me reclama
al respecto.
Hacer en todo lo más perfecto
Dia 5.- De los mismos ejercicios. Encuentro que fue destinado para
conseguir el deseo ardiente de hacer en todo lo más perfecto. Pedir permi-
Capítulo XIX. Apunte sobre la humildad - Hacer en todo lo más perfecto