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Emprendí la tarea, exigiéndole a Eva Castro que, escondido de su mari-
do, me diera una carta en la que hiciera constar mi inocencia. Como ella,
nada había vuelto a saber de mí, porque su marido y demás, la tenían como
privada de todo lo que pudiera darle indicios de mi situación, la sorpren-
dió tanto mi petición, que sin pensar en lo que hacía, me envió la carta que
necesitaba. Después le mandé pedir la misma respuesta, ya con permiso
de su marido, y éste, se lo negó, encargándose él de responderme, como lo
hizo en los términos que pueden verse en mi defensa. Con la ayuda de don
Tomás Carrasquilla, un literato amigo del doctor Castro y mío también,
escribí la defensa con el título de: "Carta abierta al doctor Alfonso Cas-
tro"
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. Se publicó el folleto costeado por los padres de familia, de que
hablé antes y toda la ganancia, me la dejaron estos buenos señores.
El efecto de la defensa fue magnífico. De todas las capitales de la repú-
blica, me llegaron cartas de felicitación. De Cartagena me llegó, de parte
del señor Brioschi una hermosa y consoladora carta, unida a una suma de
dinero diciéndome que era para resarcirme en parte, de las escaseces que
me habían proporcionado mis enemigos. Es de advertir que ni me conocía
el señor Brioschi, ni yo le había conocido nunca. Ya ve, Padre, lo que son
las cosas de Dios, cómo tiene nuestro socorro en donde no lo sospechamos
siquiera.
Hasta versos me hicieron entonces. En uno, de varios que me mandaron
y también en algunas cartas de personajes de Bogotá, que jamás he cono-
cido, se me anunciaban triunfos para el futuro y decían de algo que Dios se
proponía al probarme. ¡Me asusto ahora de la intuición que las gentes de
talento tienen de los caminos de Dios!
De Medellín recibí pocas manifestaciones, sin duda, porque respetaban
la situación en que había quedado la familia de Castro, cosa que yo tam-
bién deploraba, porque hubiera querido que ellos no recibieran perjuicio.
Pero no tuve remedio. Los intereses de Dios van por encima de todo.
Sin embargo, los amigos fueron apareciendo poco a poco y muy pronto
me hablaron para dar unas clases a domicilio, lo cual acepté por consejo
de quienes me dirigían.
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La "Carta abierta" fue publicada el 4 de julio de 1906
Capítulo XV. Me ordenan reivindicarme