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¿Lo espiritual? Salíamos turnándonos a la población más vecina, a bus-
car los sacramentos como lo hacen las señoras que para mejor comodidad
del marido, se ven en la necesidad de vivir en las haciendas donde él tiene
el trabajo. Así nosotras mirando los intereses de Jesucristo en esas almas,
nos someteríamos a carecer de algo, en beneficio de la extensión de su
nombre bendito, a fuer de esposas abnegadas. Por esto, sufría a veces
mucho, porque me parecía el mayor sacrificio, que íbamos a hacer, pero
sentía fuerzas para ello y razones de amor y de celo para someternos a tal
privación.
¡No seríamos religiosas! ¡Jamás me pasó por la mente tamaña empresa!
Seríamos unas señoras o maestras como quisieran decirnos, que haríamos
nuestra vida escondida en la mayor perfección y en el apostolado más
desinteresado. Nada de relaciones con el mundo, nada de vueltas a él,
nada de cuidados humanos. Dios y su gloria en la estrecha medida de
nuestro poder, debía sólo preocuparnos. En el porvenir de la obra no se
pensaba. Me parecía tan de la incumbencia de Dios, que me fastidiaba
siquiera, pensar en él. Algunas veces, las personas de mucha confianza me
preguntaban:
- Y cuando ustedes mueran, ¿quién sigue?
- No estoy obligada, les contestaba, sino a trabajar durante mi vida. Si
otras quieren seguir después, bueno, y si no, Dios tendrá otros medios
de salvación para esos pobres indios.
Creía firmemente que, al irnos, nadie, absolutamente nadie, volvería a
saber de nosotras. Nos perderíamos por completo. Ésta era mi grande di-
cha y fue mi más positiva ilusión, como se verá después.
Interesé a varias comunidades
No porque tuviera estas ideas tan fijas y ajustadas a lo factible, llegué a
dejar de pensar en que otros debían emprender la obra. Yo la miraba sólo
como una necesidad y no como una vocación personal. No sentía ya nin-
guna vocación en forma de deseo, como he dicho.
En este año, si no recuerdo mal, me dirigí a las madres del Buen Pastor
y les hice la propuesta de que se fueran a trabajar con los indios, en la
única forma que yo creía que se aseguraba el fruto, que es la que he ex-
puesto, es decir, viviendo la misma vida que ellos y buscándolos por el
amor y ternura maternal. En otra forma, no había para qué intentarlo, por-
Capítulo XXI. Interesé a varias comunidades