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pasado en materia de humildad, reverendo padre: Que me dejo llevar de la
franqueza o sinceridad con mucha frecuencia y digo cosas que las otras
han convenido en que son de soberbia y cuando me llaman la atención
acerca de la palabra o concepto que he emitido, me asusto y no comprendo
cómo puede ser aquello hijo de soberbia. Para eso precisamente me ha
servido mi voto de humildad, para poner más cuidado en evitar aquello.
Sin embargo, es bueno hacer constar que mis confesores, muy frecuen-
temente, me han dicho que soy muy soberbia, y les creo, pues ellos son los
que mejor me conocen. Además, el hecho de no poder vivir como mi mi-
seria merece, ya es un tormento. Gracias a la bendita persecución que
jamás me ha faltado, he podido alunas veces ocupar un puesto, que si bien
no es el que merezco, sí se acerca un poco a él. Más todavía que los des-
precios me han humillado los elogios y preferencias. Por ejemplo, en la
Normal, al recibir los mejores premios sentía tal humillación, que hubiera
querido en esos momentos publicar mis pecados, más bien que recibir
aquellos premios. La popularidad ha sido otra de las causas de mayor hu-
millación que me ha llevado a ejercitar la santa virtud de mi voto. Debo
confesar sin embargo, que me hacía sufrir más en los primeros tiempos,
porque después, las penas de la vida me la han hecho despreciar tanto, que
me da lo mismo ella que las afrentas
Para que mire las cosas desde su punto verdadero, me ha dado Dios
lecciones muy fuertes. Entre otras citaré ésta: Un día por la mañana fue al
colegio un padre de familia a decirme que iba a establecer un proceso
jurídico contra mí por corruptora de la sociedad, agregando insultos tales,
que si Dios no me sostiene, me hubiera afligido. Y ese mismo día fui a
visitar al ilustrísimo señor Pardo
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y me hizo la propuesta de que me entra-
ra al convento de La Enseñanza (Compañía de María) y que me dispensa-
ba la dote y le ponía una renta a mi madre, porque me necesitaba para
ponerme inmediatamente de maestra de novicias, dispensándome el novi-
ciado y poniéndome a la vez como maestra de pedagogía de las otras mon-
jas. Asustada le dije:
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MONS. JOAQUÍN PARDO VERGARA. Nació en Bogotá en enero 23 de 1843. Se
ordenó en Bogotá en 1876. Fue escritor de gran renombre. Fundó la Academia Colombiana
de la Lengua. Primer arzobispo de Medellín (1902), orador sólido, piadoso, correcto; huma-
nista distinguido, erudito historiador. Profundamente piadoso, firme, discreto, prudente. Sus
preclaras dotes fueron puestas al servicio de su labor pastoral, como Obispo de Medellín
desde 1892. Sostuvo con sus consejos el espíritu de la maestra Laura Montoya, en momentos
de suma angustia. Murió en Medellín en noviembre 14 de 1904.
Capítulo XI. Voto de humildad