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era un joven bueno, no había por qué suponer que del todo estuviese pre-
parado. Por mi parte, yo tenía honda agonía, porque sabía que había lanza-
do una expresión que revelaba alguna mala inclinación que me daba mu-
cho qué temer que estuviera en pecado mortal.
Estaba quizás más inquieta por esto que la familia misma. Aquella no-
che, en la que lo estaban velando, si no recuerdo mal, durante el sueño
sentí que alguien decía: "Bien colocaditos están los hijos de don Juan y
misiá Teresita: El uno en la Iglesia, muy bien y el otro en el purgatorio".
Esto lo sentía no como sueño, sino como conocimiento, muy fijo en el
alma. Aunque desperté, aquel conocimiento no me faltó en toda la noche.
Claro que no entiendo el por qué se mezcló allí también el doctor o
padre Elorza, quizás porque en la Iglesia está más seguro que los que están
en el mundo y casi tanto como el que estaba en el purgatorio, pero lo que
viene al caso fue que con esto, la pobre familia dolorida por acontecimien-
to tan doloroso, tuvo algún consuelo.
Para creer que esto fue de carácter sobrenatural, tengo por razón el
estado amoroso en que quedó mi alma y muy agradecida por conocer que
estos dos amigos que tanto me interesan, llevan ventaja en seguridad de su
salvación. La de Oscar es completa. Además, la insistencia con que aque-
llas palabras clavaban por decirlo así, el conocimiento, es otra señal.
Acto de amor al Santísimo Sacramento
La gracia que a continuación pongo es de las más señaladas que he
recibido del Señor, por cuanto ha hecho crecer mi esperanza.
En la noche del 1º. de marzo de 1929, a eso de las once, al hacer una
visita espiritual, al Santísimo Sacramento, me vino un gran deseo de in-
ventar la manera de prestarle a Dios, algún servicio permanente e inmediato
y que fuera compatible con el quehacer constante que mantengo y del cual
no saldré en toda mi vida; esto, acompañado de pena al ver que mi pequeñito
apostolado cada día se hace menor, a lo menos exteriormente. Le pedí
pues al Señor que me iluminara ese servicio y que se lo haría con toda mi
alma,. Después me dormí. Durante el sueño, pero de modo sobrenatural,
sentí que el Señor en respuesta de mi deseo, me concedía el que les hiciera
bien a las almas con sólo que me miraran y que ése era el servicio que
debía prestarle a su gloria. Es preciso decir, que esto era independiente del
sueño, de modo que no entiendo, pero que ya muchas veces lo he sentido.
Capítulo LXIII. Acto de amor al Santísimo Sacramento