840 pre de mil peligros y guardó tal prudencia que me daba cuenta de los mo- tivos que ella podría tener. Bendito sea mi Dios que la crió y me la dio en la vida. ¡Ya estará gozando del premio de Dios en el cielo! Ahora volviendo a la historia: En aquella ocasión el señor prefecto se mostró siempre formal, si bien las hermanas le encontraban algunas in- consecuencias; pero yo se las interpretaba siempre bien y ellas, a lo me- nos, guardaban silencio. Ésta es, lo consigno, padre, ya que escribo las misericordias de Dios con mi alma, una de las gracias que el Señor me ha hecho y con la cual me ha librado de infinidad de pecados que, de seguro, yo hubiera cometido a no haber estado prevenida con esta gracia. Me refiero a la de no poder anticipar un juicio desfavorable al prójimo. Muchas veces he sido engañada y he caído en ridículo por esto; pero he bendecido a Dios porque, cuánto menos mal es ése, que un pecado de juicio temerario o una ofensa a la santa caridad. Es verdad que ante el mundo, esto se ve como una simpleza pero, ¡Dios mío! ¿cómo puede ser- vir de criterio a un alma que te ama y teme ofenderte, el del mundo tan tonto y que no mereció la oración de Jesús "No pido por el mundo, sino por éstos que me diste"? Ejercicios en Rioverde Invité en esta vez al señor prefecto para que nos diera unos ejercicios en la casita de Rioverde, elegida al efecto por haber allí más soledad y mane- ra de estar recogidas. Accedió con mucho gusto y de contado se trasladó de Frontino a Rioverde, en donde nos habíamos recogido casi todas las hermanas. Nos dio los santos ejercicios con mucha unción y nada Ie noté contrario. Allí lo urgió la hermana María del Niño para que me ordenara escribir lo que hoy con tanto sacrificio escribo. Él Ie contestó que tan luego como terminara de ordenar las Constituciones, me lo ordenaría. Esto lo hago constar para que se vea que en este señor prefecto había cosas que denunciaban no estar en mucha comunión con los padres, pues por nada de la vida hubiera dicho esto si pensara como ellos. No hay duda que en él se establecían luchas entre la verdad de las cosas y las ideas que le daban los padres. Aproveché esta ocasión para, en el confesionario, decirle algunas du- das que se me ocurrían acerca de si las excursiones debían o no subsistir. Y aproveché consultarle a él porque supe que antes de presentarse a la pre- Capítulo L. Ejercicios en Rioverde