822 Las Josefinas En Medellín me detuve algunos días para reponerme y esperar, si no recuerdo mal, algunas postulantes. No recuerdo en qué fecha llegue a Dabeiba en donde las hermanas me esperaban con unas hermanas josefinas. Tenían la casa dispuesta para recibir unas nuevas religiosas que yo traía según les había asegurado el señor capellán, reverendo padre Alfredo, él mismo se ponía a arreglar una casa separada para las nuevas religiosas y había hecho que les arreglaran celdas y que en todas pusieran imagen de San José. No se asustaron más ellas al verme llegar sola, con señoritas postulantes, como me asusté yo de oírlas preguntar por las josefinas. ¿De dónde venía esta noticia? Pues de un aviso, que, sin yo saberlo, le había dado el señor prefecto desde el Golfo, al reverendo padre, de que se fundarían unas josefinas agricultoras que formarían la tercera categoría de nuestra Congregación. Le había escrito, además, que hiciera desocupar y componer una casita que en Dabeiba tenía la misión, para que en ella, hicieran el noviciado. El padre entendió mal la carta y por eso creía que eran religiosas ya formadas, de otra comunidad. Verdaderamente, el señor prefecto me había dicho que había en Bogotá unas niñas formadas en una casa de protección del reverendo padre Campoamor, sj. que eran muy buenas agricultoras y que se le ofrecían al señor Arteaga para venir a la misión de Urabá. Convinimos en que con ellas se podía comenzar una tercera categoría en la Congregación, para atender a la necesidad de enseñar industrias, especialmente la agricultura a los indios y demás gentes a nuestro cargo. Mi actitud con los sacerdotes El reverendo padre Alfredo, el más encarnizado enemigo de la Congre- gación y que, a pesar de ello, había sido nombrado nuestro capellán, hacía ya bastante tiempo, me recibió tan bien que me hizo pensar que el abismo se había cerrado. Aunque sea de paso, permítame padre que, pues todo debe aparecer para bien de la Congregación, diga algo acerca del nombramiento de este padre. Cuando uno o dos años antes, no recuerdo bien, llegué de Uré a Medellín, fueron a visitarme dos padres carmelitas; el uno era el reveren- do padre Luis, provincial en Colombia. Al preguntarle yo cómo iba insta- lándose el señor prefecto, me habló de lo que había ya hecho y entre otras Capítulo XLIX. Las Josefinas - Mi actitud con los sacerdotes