353 Entrevista con monseñor Maximiliano Crespo Al fin llegó el anhelado 11 de febrero 61 y con exactitud inglesa me pre- senté al palacio arzobispal, sin más cita que la dada desde Antioquia, dos meses antes. Esa fecha tiene para mí su valor, por ser día de Nuestra Seño- ra de Lourdes y como en esta Congregación todo resultó mariano, veo que fue cosa providencial. Como ya le había mandado al señor Crespo la carta comendaticia del padre Muñoz, todo fue verme para decirme con el semblante más amable: - "¿Con que usted es la que lleva entre manos la santa empresa de salvar a los pobres indios?" - Sí, le contesté, de trabajar, siquiera un poco por ellos, ilustrísimo señor. - Pues yo, me dijo, recibo esa obra, con alma vida y corazón Casi no se detuvo a oír mis planes. Sencillamente le dije que nos iría- mos las compañeras que se me presentaran y yo, con lo que se pudiera, en materia de recursos, pues que nos quedaría, en último caso, el de sacarle a la tierra con nuestro esfuerzo el pan que escasamente comeríamos. Que nos propondríamos una regla de perfección muy ajustada, porque había- mos de parar en el cielo con los indios; que para no resultar casadas con ellos, haríamos un voto de castidad, de pura devoción y para no caer en la tentación de negociar con los indios, haríamos el de pobreza, de la misma manera, y que para no desbandarnos y trabajar ordenadamente, haríamos el de obediencia. Que según el consejo del reverendo padre Gamero, lle- varíamos un hábito, para inspirar respeto a los mismos indios y que asimi- laríamos nuestra vida, a la de los salvajes, en cuanto a la decencia lo per- mitiera, con el alto fin de acercarlos a Dios, pues siempre había creído que superarlos en nuestra manera de vivir, era alejarlos. El me oyó en silencio y luego me dijo: Sea como quiera; yo la apoyaré siempre y cuando escaseen los dineros de la diócesis, me queda mi bolsillo que no es escaso y que pongo a sus órdenes. No lleve al principio, sino cuatro compañeras que sean propias para ser después superioras. Lo único que me falta es sacerdote, pero Dios no ha de faltarnos. 61 Entrevista con monseñor Crespo, el 11 de febrero de 1912. Capítulo XXII. Entrevista con monseñor Maximiliano Crespo