1112 dente y aplomada de carácter, así como muy virtuosa y a la Hermana Ma- ría de Betania por ser muy hábil para el aprendizaje de las lenguas; ya tenía algunas nociones de italiano. Ambas estaban en el Cauca, por lo cual salí con la reverenda Madre María San José que iba como visitadora a aquellas casas del Cauca. Era la que quedaba encarga del gobierno de la Congregación. Salí como una niña en brazos de su padre Salimos el ocho de marzo, auque el viaje estaba ya arreglado para em- pezarlo el seis. Pero supe que el ilustrísimo señor Obispo deseaba que asistiera a la profesión de la Hermana María de la Madre de Dios y el ocho, después de asistir a la ceremonia, salimos. En cuanto al ánimo con que salí, debo decir ingenuamente aunque iba a dejar la Congregación por bastante tiempo en manos de hermanas muy jóvenes en religión, encargadas de las tres casas de Antioquia, y del generalato a la reverenda Madre San José de muy poca experiencia, no se inquietó ni turbó en lo mínimo, sin duda por este vacío que hace tanto tiempo, se ha hecho en mi alma, de todo absolutamente de todo… Efecti- vamente me siento como una pluma que recorre el aire en alas del viento, ¡al contrario de lo que pasa con mi pobre humanidad que cada día se hace más difícil y pesada! Sé que Dios, Padre y autor de todo, pesa mide y dirige todas mis cosas con su suavidad profunda, y así, ¿qué ha de inquie- tarme? Salí pues como una niña en brazos de su padre. Ni lo que dejo me inquieta, ni el medio enteramente nuevo para mí, en el cual se desarrollará el viaje ni el negocio que me lleva, me intimida, ni lo que encontraré des- pués, me anima. Sólo me mueve el cumplir tu santísima voluntad, Señor de mi vida. Ni el más leve asomo de curiosidad y deseo de conocer ni de cambiar, ni de nada, se mueve en mí. Vos Señor, únicamente, lo movéis y por Vos seguiría mi viaje hasta el polo. ¿Enferma o sana, en casa o fuera de ella, muerta, aquí o allá, qué me importa? Perseguida o laureada, entre los míos o lejos de ellos, siempre estaré en Ti, ¡Oh mi Reposo sempiterno! ¡Oh mi Sábado permanente! La salida y en general el viaje había de hacerse con sumo sigilo porque hay fundadísimas razones para creer que, si los reverendos padres carme- litas y el señor Builes llegan a saber que salí para Roma, pondrán cuantos obstáculos puedan al negocio que nos lleva a la ciudad eterna. Capítulo LXV. Salí como una niña en brazos de su padre